viernes, 20 de febrero de 2015

LA CASA

Al despertar me vi en un lugar extraño que no reconocí hasta que pasaron varios minutos, era la pequeña casa de mis abuelos, la antigua y tranquila casa solariega de torreones y empalizadas, tan acogedora como un refugio silvestre con tonalidades de santuario medieval, era quizás aquella casa mi lugar favorito, sin embargo al reconocerme completamente sola y presadel cambio ahí reinante albergué un nudo en mi garganta y me puse a mentalizar diversidad de ideas cada una más delirante y angustiante. Estaba ahí por un nefasto suceso ocurrido en mi familia, mis dos abuelos habían muerto al caerse su avión en un viaje de turismo, aquella noticia afectó mucho a mi madre que se encontraba atravesando un fuerte shock por lo que necesitó ayuda siquiátrica y para su pronta mejoría se decidió médicamente que me alejara por un tiempo de su lado y así superara esos difíciles momentos, desconozco los motivos por la repentina repulsión que mi madre sentía hacía mí pero esta situación lejos de hacerme sentir mal después de todo era para mí como una oportunidad de probarmi independencia. Extrañaba mucho a mis abuelos, eran ellos el bastión de mi familia luego del alejamiento de mi padre y considerando la quebradiza salud del ser que me dio la vida, ellos habían sido todo para mí. Ahora cada vez que veía sus fotografías un sinfín de recuerdos volvían a mi mente llenándome de tristeza . Todas las tardes me ponía a leer a Prost y su largo pero anhelado camino de Swan, si era ese el tiempo perdido se podría decir que sí, porque llenaba cada momento, mejor dicho cada tarde, lánguida y mohosa tarde inacabable. Iba y venía por los pasillos de aquella casa con la ansiedad de encontrar algo nuevo entre sus escasas paredes, algo quizás revelador o espantoso, alguna sombra… algún ruidillo de ellos: mis abuelos. Sé que podría sonar despiadada la idea de querer volver a ver a mis abuelos no importa de una manera  espectral o de otra dimensión pero me negaba a mi misma que jamás los volvería a ver. Decidí una nochesentarme al lado de la cama en la que ellos dormían diariamente y a veces me conversaban sobre temas superfluos y alegres durante la última época de felicidad que compartimos, incliné mi cabeza en la cama como esperando alguna palabra o sonido, cerré los ojos me concentré y no podía oír nada, luego me puse de pie y caminé alrededor del cuarto pronunciando lentamente el nombre de mis abuelos: Gabriel…Cecilia…abuelitos…soy Eva…Gabriel…Cecilia…y mi voz me parecía un eco lejano que no tenía espacio ni tiempo, era como una melodía sin miramientos, libre, que llenaba todo hasta el espacio vacío de mi corazón lo llené pronunciando esos nombres, una y otra y otra vez, hasta sentir que mi garganta se secaba y mis labios cansados de moverse se detuvieron. Decidí descansar sobre la cama con todas mis extremidades extendidas y prorrumpiendo un largo y tembloroso suspiro. No recuerdo haberme dormido pero cuando abrí los ojos noté una extraña presencia en la casa, no se trataba de mis abuelitos sino de una mujer extraña que vestía…. Y tenía una mirada de desolación indescriptible,era joven porque parecía tener menos de lo que aparentaba, lo que me llamó su atención fue su larga y hermosa cabellera, era lo que más resaltaba en ella.Tendría unos 18 años y se limitaba a mirar un neceser que había en la mesa de noche, no me miró ni nada, parecía ignorarme, supongo que hacía eso porque ya me había mirado antes cuando había estado inconsciente, me había mirado con la misma locuacidad con que miraba ahora el pequeño neceser.
Tardé varios minutos para adjetivar algunas palabras.
-¿Le conozco? No sé lo que hace usted aquí pero quisiera saber ¿Quién eres?... ¿Cuál es tu nombre?-Dije amigablemente a fin de relacionarme de la mejor manera con la extraña, pero su respuesta me llenó de espasmo.
-Te iba a hacer la misma pregunta a ti.
Su idioma parecía alterado, es decir era sin duda una extranjera pero sin embargo hacía un esfuerzo por responderme con claridad,  y así la entendía perfectamente, su voz era cálida y me deleitaba escuchándole luego cuando dijo.
-Me figuro que debemos presentarnos, me llamo Magdalena, soy de España  y tengo 15 años, me gusta este lugar pero es muy raro, creo que tú conoces este sitio porque no lo observas con atención como lo miraba yo al principio, ¿puedes explicarme qué es aquello?-y señaló con sus menuda mano el neceser de mi abuela. Había pertenecido a mi madre que a su vez me lo había obsequiado a mí pero por alguna extraña razón algo hizo que se lo devolviera a mi abuela para que lo conservase porque me parecía que ella sabía apreciarla mejor, recordé esto y un hilo de nostalgia recorrió mi corazón convirtiéndome nuevamente en ese ser poco comunicativo que se encierra en sí mismo para no ser lastimado. No sé apenas lo que dije.
-Es un neceser se usa para guardar objetos de valor, tiene unos acabados muy bonitos como puedes ver, era de mi abuela… Me llamo Eva y casi tengo tu edad, me sorprende tu edad porque aparentas tener más, esta es mi casa y por ahora vivo sola, por eso me sorprendió tu presencia… Magdalena- Balbuceé un poco entrecortadamente pues el recuerdo de mis abuelos me invadía invitándome a llorar.
-Pero hace como un año también vivo aquí. Creí que era mi casa, aunque no se parecía nada a la mía que en realidad era una cabaña muy pobre en el país donde vivía hace no sé cuánto tiempo- al escucharla aclaré mis dudas, esa mujer estaba loca y se había introducido a mi hogar no sé con qué intenciones, me dispuse a sacarla o a pedir ayuda inmediatamente.
Al bajar por las escaleras noté lo interminables que parecían los peldaños, cada cual infundía en mí un cansancio tan terrible que al bajar al primer piso y querer abrir la puerta de la calle por poco caigo desmayada en la alfombra, si no hubiese sido por la mujer que me sujetó al momento de desvanecerme.
Continuará…

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