jueves, 10 de agosto de 2017

CLANDESTINO


Nadie podía ingresar a casa de los Rodríguez. No era sólo una advertencia ni mucho menos un rumor de encantamiento sobre aquella antigua casa solariega. Todos sabíamos que un acontecimiento terrible se cerniría sobre aquel que osara pisar un pie en ella.

Lo único de lo que estaba seguro es de la historia no tan lejana que había sucedido en las habitaciones de esa vetusta casa. El padre de edad avanzada arribó después de mucho tiempo a visitar a sus parientes de forma sorpresiva, ellos lo recibieron de forma fría casi molestos; y durante la noche en una discusión de gran revuelo se habían ligado a golpes entre familiares, los hijos y nietos contra el padre. Lastimosamente, ahí habitaba una joven que pocas veces salía de casa al padecer de esquizofrenia y ella en ese alboroto que se había armado tomó varios vidrios del inmenso espejo que había roto y les hirió indiscriminadamente; se dice que hubo fallecidos y heridos. La muchacha terminó en un sanatorio, luego de muchos años, la familia se fue a vivir a otra parte. Pero cuentan que la joven escapó del manicomio y llegó a su casa, es más, vive hasta ahora en esa casa y nadie la puede ver, pues está escondida resguardando su hogar, esperando que un visitante se atreva a cruzar la línea de su puerta para herirlo con los trozos de ese mismo espejo con el que hirió a su familia.

Esa historia me la contaron cuando tenía 9 años, y por supuesto que la creí porque aquella casa está a una cuadra de la mía, y por las noches si presto atención escucho voces quejándose, saliendo de ese lugar tan tétrico mientras se está a oscuras; pero en el día me hago la idea de que nada fue verdad, aunque creo equivocarme tomo la valentía necesaria frente a los muchachos de mi edad y les revelo mi  incredulidad, y animándolos a cruzar el sendero del pórtico de la casa encantada les reto, varias veces lo he hecho y sólo he logrado ver los rostros confundidos, meditabundos y temerosos de mis camaradas.

Todo hubiese continuado con normalidad si no hubiese llegado Luis, un chico extranjero muy alegre y resuelto, de la misma edad que la mía y con espontaneidad única al enterarse de la historia de la casa que acabo de contar, me animó a vencer el temor.

—Vamos Lucas, eres el chico más inteligente de la escuela y el mejor en todo hasta ahora que he conocido ¿Y no te has decidido aún a romper esa falsa historia? ¿Es tan gracioso creer en mentiras? Nunca imaginé que hasta los adultos le temieran a esa historia. ¿Qué te parece si esta misma noche arruinamos ese cuento? Bueno, en parte creo que la inventaron para que lleguen más visitantes porque la otra vez, dos turistas se tomaron fotografías junto a la casa, de verdad qué patético me parece todo. Amigo, tú eres el más brillante que conozco, vamos hoy a la casa, tomaré unas linternas y junto a mi primo nos metemos a la casa a eso de las 9 de la noche ¿Te parece? ¿O me dirás que eres una nenita?

Ante tan provocativas palabras quise alejar semejante aliado, carente de virtudes; sabía que él no era buena influencia para mí, sin embargo, no, me aparté de la idea ni de él, pues sabía que era mi única oportunidad para entrar y saber lo que ocurría en esa casa, además contaría con la compañía de dos personas y eso era bastante.

Eran ya las 9 de la noche, me escabullí de casa sin que nadie se diera cuenta, llevé un cuchillo, linterna y velas en la pequeña mochila de Bob esponja, recuerdo de mi niñez, también de aquellos temores que se sentían ahora tan latentes en la fría noche de ese  viernes 30 de junio. 

La verdad es que estaba aterido más por el temor que por el frío, necesitaba guantes y no los tenía; ya era demasiado tarde para dar la vuelta y regresar, la decisión estaba tomada, y mientras me hundía en mis pensamientos una mano rozándome el hombro me despertó.

—Llegaste al fin, creí te meterías entre las sábanas amigo, pero veo que eres más valiente de lo que aparentas—dijo Luis con una mirada de alegría sin igual, estaba feliz, no entendía su rollo, ¿Era verdad entonces que no le temía a la casa? Y prosiguió:

—Este es Rich, mi primo, como verás es pequeño aún, pero me sigue a todas partes— Luis me señaló a un muchachito mucho menor que nosotros, con demasiado temor en el rostro como para continuar un paso más.

—Bien ingresemos—dije imperturbable, tal vez por estar cerca el momento de la verdad.

Una de las ventanas de la casa se abrió sin esfuerzo e ingresamos a la habitación principal, las linternas nos hacían ver con dificultad, pero estaba claro que la casa estaba inhabitable, el polvo rodeaba el espacio, los muebles parecían en buen estado pese a los años, quién sabe cuántos y quiénes lo habían usado; pero todo lo demás  asemejaba una casa en ruinas. Los cuadros nos llamaron la atención parecían ser distinguidos y valiosos, por la forma y los colores, dentro no se escuchaba nada más que el silencio. Pasamos a la cocina y fue cuando un estremecimiento por razones obvias me invadió, cada paso era un desafío a quien habitaba el lugar. Noté que Rich estaba a punto de desmayarse.

—Parece que nadie vive aquí, mejor vayámonos. 
—No seas cobarde Lucas, falta poco para…

Luis no terminó de decir la frase porque un ruido invadió el lugar, no sé si fue un grito humano o un objeto que caía con semejante estrépito que estuvimos a punto de morir de un ataque al corazón. Rich fue el primero en correr y en su intento cayó y se lastimó, Luis lo sujetó, pero de repente una sombra acompañada de pasos ligeros nos llamó la atención y preferimos salir disparados, cuando llegamos a la ventana, ésta estaba cerrada y fue Rich el que tuvo la idea de separarnos, yo me fui a la izquierda y mis compañeros a la derecha, debían estar los dos pues el menor todavía tenía el tobillo lastimado. Lo poco que recuerdo fue mi intento por escapar por una ventana que rompí, cuando ya salía por completo alguien me sujetó las piernas y perdí el conocimiento por unos minutos.
Consciente al fin, me hallé en otro lugar de la casa, y mientras atravesaba el pasadizo, vi un espejo, un inmenso espejo en el cual observé, esperé verme tal cual era: un adolescente de 15 años, pero increíblemente mi rostro ajado representaba unos 65, entonces fue cuando me desmayé por segunda vez.

La vista me fue fallando una vez abiertos mis ojos. Estaba en un hospital, sentía mi cuerpo
cansado y golpeado, obviamente fue debido a lo que observé después, unas manos arrugadas, piernas con artritis y comienzos de osteoporosis, fue tan triste verme en el sueño de mi vejez repentina que permanecí el día durmiendo con la intención del pronto despertar. 

Al llegar la noche tuve la inesperada visita de tres personas. Y ellas, ¡oh cielos! fueron mi amigo Luis en su lozana adolescencia y el inocente Rich junto a la madre del último, quienes vinieron a exigirme mi declaración pues según ellos yo sabía dónde se encontraba el pequeño Lucas, sí, ese muchacho tan valiente e inteligente, promesa del mañana, de quien sus padres todavía no sabían nada y ya empezaban a preocuparse. 

Recuerdo que balbuceé incoherencias, les dije que también deseaba saber dónde está Lucas, que si me encontraron en esa casa desmayado fue por mi senil edad, que ya no recordaba nada, y que hasta tal vez padezca de Alzheimer, que era lo más seguro a saber. Se fueron compungidos, pero no más que yo, quien ahora intenta hacerse de la idea que de verdad soy, ese ancianito con Alzheimer, que pretendió ser un niño alguna vez. Quien nunca volverá a retroceder el tiempo ¿O tal vez? Haga como que nada ocurrió.
Viviré siendo esta persona que sé que no soy, viviré recordando mi fugaz ilusión de jovencito. O mejor iré a recuperar mi derecho de serlo, mi derecho a vivir mi vida, qué diablos importaba la bruja esa o quien habite la casa, qué basura inventada. Me devolverán mi vida, iré de nuevo y me miraré en ese espejo, encontraré aquel niño perdido, yo mismo he de rescatarme esta misma noche.


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