No había vivido lo suficiente, lo
sabía y lo pensaba mientras sus manos lastimadas por tanto cavar la tierra iban
haciéndose lentas tenazas con las cuales de repente sujetó violentamente sus
ropas blancas y las arrojó en lo más profundo del hoyo para ahora, cubrir de
tierra las níveas prendas, significativamente aquello simbolizaba la despedida
de su pureza, el vuelo que había comenzado le pertenecía íntegramente a su
rebeldía ahora desbordante.
Con apenas unos pantalones raídos
y empolvados, se alejaba del lugar donde había dejado algo más que su pudor.
Todo su ser y hasta el alma. Solo tenía esos pantalones gastados y la
prestancia de vivir con frenesí el poco tiempo que le quedaba antes de su noche
eterna. Y claro, ese amor o desamor esperándolo en su casa para destruirlo
completamente.
Abrió la puerta de su casa, una antigua
construcción, hecha de madera íntegramente, Samuel no esperó sentir una especie
de protección y bienestar al ingresar a la casa, un halo raro lo envolvió toda
una vez dentro. Sólo atinó buscar un lugar donde descansar, pues los hechos
violentos que había vivido recientemente lo sobrecogían como para buscar una
explicación que nunca se daría, cerraría los ojos y esperaba no despertar más.
Una sombra le vino a impactar haciendo que sus miembros se contraigan, y la
fiebre que le invadía pertenecería a un miedo desechado, pero le enfermaba,
tanto como la voz que le vino a recibir:
—Pero Samuel ¿Cómo llegas así? ¿Y
tú traje de fiesta?
Una mujer de extenso pelo negro y
apariencia juvenil casi adolescente le vino a recibir, cogió las manos del
muchacho, y al notar que estaban frías lo invitó a la cocina a beber café.
—No quiero nada—gritó de
pronto—Hoy lo hice, maté a tu novio secreto, creíste que no me daría cuenta,
pero ahora que vivimos juntos, no toleraré ni una mentira, ni una sola, ¿Me
escuchaste Elisa? —su último tono interrogante lo delató plenamente pues
pronunció aquellas palabras con demasiada ternura.
La muchacha mantenía la
tranquilidad en su rostro, tal vez demostrando algo de reproche le respondió:
—Pero ¡Qué hiciste con tu traje!
Siempre inventas algo nuevo para sorprenderme, pero esto no me gusta para nada.
Es cierto que una vez te conté que me gustaba alguien más, pero eso fue hace
años y repito, sólo me gustaba, luego inventaste un nombre o no sé qué y crees
que esa ilusión existe, ya crece Samuel, eres tan buen actor y te gusta
sumergirte en tus papeles actorales, quién sabe hasta qué medida estás
sobreactuando y esto no me gusta. Está bien soy tu inspiración, me tienes
viviendo en esta extraña casa por tus excentricidades, pero eres alguien
sorprendente porque cada día inventas cada historia. ¡Vuelve a la realidad Samuel!
Elisa estaba cansada ahora, y no
entendía este juego destructivo de verdades y mentiras. Ella sólo quería saber
dónde estaba el traje elegante y fino, de los más caros que habían adquirido y
pensaban sería el ideal cuando se concreten los actos nupciales.
El sofá fue el lugar escogido
donde el muchacho desplegó su cuerpo rebosante de salud y belleza, a Elisa sólo
le quedó traer una manta abrigadora esperando que al despertar su amado fuera
el de siempre, alguien feliz y extravagante, tan esmerado como inestable.
Alguna vez pensó que consumía sustancias perniciosas, largo fue el camino para
resolver que aquello no era cierto.
A pesar de su corta edad Elisa
era tal vez la persona más madura que podía estar relacionada con el actor,
pues lo conocía desde que eran niños y comprendía cada arrebato como una valsa
en sus mareas y venidas sin un puerto donde anclar.
Y él dormía como un niño,
redimiendo sus travesuras entre sueños, aunque a veces eran pesadillas. Pensó
en dormir como él y se disponía a hacerlo, cerrando antes las cortinas para que
no ingresara ni vestigio de luz. Pero al hacerlo vislumbró un haz de luz
extraño cerca a la casa.
Los pasos eran acelerados como si
dependiera la vida de ello, llegar al lugar y tomar lo más preciado, sin
importar que fuese a la fuerza. Apenas tuvo una reacción de asombro al escuchar
el crujido violento de la puerta abierta de par en par.
Era un sujeto extraño, de
apariencia inofensiva, de mediana estatura, pelo ensortijado y rojizo, con
algunas pecas y ojos cafés que sobresalían por su tamaño. A Elisa el ruido de
la puerta al romperse le había quedado en la cabeza. No sabía si había esperado
desde antes esa situación, pero el sujeto no le pareció intimidante y resolvió
hablar con él:
—Pero cómo se atreve a ingresar
de esa forma, ¿Quién es usted? Llamaré a mi pareja para que le dé una lección,
se arrepentirá de lo que hace señor—decía mientras daba unos pasos hacia la
puerta donde estaría extrañamente durmiendo aún Samuel.
—Bella dama, soy un admirador
suyo desde hace mucho. Una vez fui a ver a Samuel Devais a la presentación de
su película y me crucé con usted. Soy músico así que decidí componerle una
canción, eso era todo, pero el señor Devais me enviaba amenazándome
constantemente desde que se enteró que hice eso por usted. Ja ja ja y señorita
usted ni siquiera sabía de mis sentimientos, esto porque estaba coaccionado por
ese sujeto que el día de hoy sabiendo que em encontraba en esta ciudad para
hacer un concierto vino a mi casa y me hirió, mire usted— dijo mientras se
retiraba parte de la camisa para mostrar una herida ahora vendada.
—Sí, esto lo hizo él con un arma
blanca y pretendió huir, pero yo lo atrapé, lo golpeé levemente y luego traté
de hablar con él.
—¿Por qué me dice eso? ¿Usted
cree que yo le voy a creer? Váyase o llamo a la policía, ¡Váyase ya! ¡Samuel
despierta, despierta!
—Pero eso no es lo peor, oh si
usted supiera lo que pasó luego. El señor Devais se encerró en mi habitación y
logró leer algunas cartas que usted escribió o supuestamente usted escribió, es
que como soy compositor me gusta imaginar algunas cosas y alguna vez pretendí
escribir cartas que usted señorita firmaba. Fue cuando al imaginar que aquellas
cartas eran reales el señor enfermó de locura, se quitó el traje que tenía
puesto y usó mis pantalones, nada más. Así descalzó exclamó barbaridades de
usted, amenazándola, insultándola y cogió nuevamente el cuchillo para ir tras
de usted, en el forcejeo el me hirió de nuevo, pero yo antes lo sujeté y le di
una bebida para que se calmara, un remedio que tenía de casualidad a la mano y
no intente hacerle daño, le juro que no fue mi intención. Sin duda eso lo
calmó, mientras yo me dejaba desangrar pues quería que pensase que moriría y la
perdone a usted por supuesto por algo que no cometió.
Esas palabras llenaron de dudas y
preocupación a Elisa que ahora sólo pensaba en ir a despertar a su amado. En
toda su confusión alcanzó a resolver el caso del traje blanco, Samuel pensó sin
duda que esa afrenta lo había manchado y al desaparecer el traje creía que era
una forma de castigarla y negarle todo lo que se habían prometido, una vida
juntos prominente en amor.
Ahora que él dormía temía su
reacción, así que esperó lo que haría aquel tipo extraño pero familiar después
de todo. Su presencia no significaba una amenaza directa sino era como el abrir
de las cortinas de una realidad hasta ahora desconocida o negada. Ese amor era
perjudicial, sus sentimientos no serían siempre de felicidad por el carácter y
personalidad de su ser querido, quien dudaba de ella y hasta pudo haberla
asesinado.
Todo lo que acontecía en Elisa lo
contemplaba el hombre de camisa gris y pantalón negro, tal vez comprendiéndola
quiso salir a buscar agua y brindarle atenciones, mas ella ahora dueña de sí
caminaba rumbo a Samuel.
—Será mejor que huyamos, le
aseguro que no tendrá una buena reacción, prometió matarla al anochecer, váyase
señorita, es mejor para usted.
—Oh cállese, ni siquiera me
conoce, váyase o le advierto llamaré a la policía.
Esa no era la reacción que el
hombre esperaba, se le acercó hasta tomarle de un brazo.
—Vámonos pronto, vámonos.
Elisa se zafó del brazo del
hombre y corrió apresurada, al intentar abrir la puerta notó que algo la obstruía,
era el cuerpo desfalleciente de Samuel.
Los brazos del extraño hombre la
cogieron del cuello, pero ella ágilmente se libró y cogió un objeto de metal de
la mesita de la sala, el hombre la quiso doblegar, pero en el intento ella
logró asestarle un duro golpe que lo dejó inconsciente.
Fuera de si Elisa, logró
acercarse a su amado, lo sostuvo en sus brazos con inconmensurable amor,
rechazó las calumnias hechas a su amor negando levemente con la cabeza. Y él, quien
yacía moribundo junto a ella, sintiendo su calor y amor irrenunciable, intentó
decir sus últimas palabras:
—Ahora lo sabes todo Elisa, él te
dijo la verdad, créele. Traté de ponerme en pie sólo para hacerte daño a pesar
de los efectos del veneno, pero lo que él dijo…no sé qué pensar. Luego de darme
ese veneno mortal… creo que hizo bien después de todo porque yo sí te hubiese
hecho daño, lo siento… prefiero ser yo quien muera antes que tú. Agradécele él
te salvó… Si me pudieras perdonar…
Elisa entre sollozos se puso de
pie, le miró con una mirada distinta a quien había sido el único amor de su
vida. Y a pesar de saber que Samuel aún respiraba agonizante sobre la madera
fría decidió esperar un tiempo antes de llamar a la ambulancia y a la policía.

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